sábado, 30 de junio de 2007

Encuentro amoroso

Mierda; se ha puesto a llover. Entonces será mejor qué... Pues nada Luis: el beso, la farola (quién la ha puesto ahí), el semáforo, acelero, me giro un poco, agito el brazo, sigo corriendo, siento algo en la suela, he pisado... que asco, no me paro en ningún bordillo porque (por fortuna) mis zapatos son planos. Continúa lloviendo, aunque ahora levemente. Camino con más calma, dándole a la inmundicia tiempo para adherirse al suelo antes de llegar a casa. Dejo de pensar en la mierda y oigo pasos: es un hombre que me persigue; que no me persigue, que tengo manía persecutoria. Por allí viene a estas horas – ¡Santi! – y aprovecho para pararme y ver al tipo que me persigue, pero no puedo verlo porque está en una cabina haciendo como que llama por teléfono, aunque lo mismo está llamando de verdad y no me persigue. Mientras hablo con Santi pasa una chica que se para en el semáforo. Y Santi dice que tal y que cual y yo qué sé lo que está diciendo Santi porque parece que llueve con más fuerza. - ¿Sí? Qué bien. Mira que...- (que ahí te pudras Santi que me estoy mojando). Camino hacia el mismo semáforo que la chica. El tipo que me persigue me adelanta y se pone a perseguirla a ella, que debe ser más atractiva. ¿No me estaba persiguiendo a mí? Sigue lloviendo con tanta fuerza que el agua estrellándose contra el suelo hace un ruido ensordecedor. Aligero y me pongo a la par del tipo que me perseguía, le toco el brazo e interpreto un papel- ¿Oiga?... Perdone, me he confundido - , aligero y lo adelanto a él y a la chica que ahora está hablando por un móvil. Voy sacando las llaves porque estoy cerca de casa. Saco la del portal, aunque no me hace falta porque sigue roto el cierre automático. Una vez dentro me pongo a empujar la puerta para cerrarla manualmente. A través del cristal veo al tipo que me persigue, intenta abrirla, yo empujo con más fuerza, aunque no tanta como la fuerza con la que cae la lluvia haciendo un ruido ensordecedor o la del tipo que me perseguía y que ya me ha alcanzado porque consigue entrar. Lo miro, me golpea. Me despierto gimiendo con la lluvia; me duele tanto que... necesito más aire, respiro tan hondo que vuelvo a perder el sentido. Esta vez me despiertan los pasos del tipo al salir del portal y pienso de forma absurda que como no ha cerrado manualmente se habrá quedado abierto; se ha ido. No puedo moverme, no quiero moverme: quiero morirme. Si me muevo, será como admitir que no es un sueño. Me duele. Los botones del abrigo están por el suelo, tengo la cara húmeda: lágrimas, sudor, saliva o semen. Me incorporo; las medias rotas, tengo señales de lo que le ha costado romperlas: más que abrir la puerta. Tengo sangre entre las piernas pero no lloro. Decido levantarme y al hacerlo me golpeo en la cabeza con los buzones, entonces lloro un poquito. Subo a casa (vivo en la primera planta), y vuelvo a bajar porque no encuentro las llaves, la luz que hay es la de las farolas de la calle, si enciendo la del portal, será como admitir que no es un sueño. La enciendo, veo las llaves en el suelo, vuelvo a subir, entro en casa, voy a la ducha, no me miro en el espejo; si lo hago, será como admitir que no es un sueño. Me miro, me doy lástima, me meto en la ducha; lloro otro poquito. Salgo, me pongo el pijama y voy directa al teléfono para llamar a la policía pero en lugar de eso, llamo a Luis. Me salta el contestador porque no le habrá dado tiempo a llegar aun a casa, le dejo un mensaje – te odio.


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